Hoy las madres reciben flores

Es la tradición. Igual porque queremos decirles (aunque puede que no sepamos lo que queremos decir) que les “debemos una” por habernos hecho florecer. Que nos sembraron, que nos regaron cuando necesitamos agua y nos dejaron sin ella para que, obligados, diéramos lo que ni sospechábamos que teníamos.

Y que aquí estamos: en flor y con tantas otras en capullo esperando su momento.

Que incluso cuando lo hicieron mal, fatal, rematadamente horrible... entre la naturaleza y nosotros mismos, pudimos y supimos aprovecharlo para ser lo que fuimos, somos y después seremos.

Que nos damos cuenta -y apreciamos agradecidos- lo difícil que debió ser estar a nuestro lado y de nuestro lado en vez de situarse del suyo propio. Aún cuando tuvieran el tiempo justo, aún cuando tuvieran que hacer esperar, o incluso sacrificar para siempre, sus sueños más queridos y se arrugaran un poquito más de la cuenta, encanecieran un poquito más rápido, se les quedara floja la carne algo más deprisa...

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